Hola Sara. Cuando voy de viaje me gusta escribir las cosas que nos pasan. Esta anécdota que voy a contarte aquí me pasó hace tiempo y se me han desordenado las hojas donde lo apunté. ¡Qué desastre! ¿Podrías tú ayudarme a ordenar la historia, por favor? Ah, y apunté unas palabras nuevas y ahora no recuerdo su significado, ¿podrías también ayudarme a encontrarlo? Yo me he acordado de uno y he apuntado su definición, pero de los demás, de momento, ¡ni idea!
UN
PASEO EN LANCHA
Cuando estábamos en la mitad de la
bahía oímos un ruido, como si algo se hubiese caído al mar. En seguida oímos otro muy similar. Volvimos la vista para ver qué pasaba y vimos
que era un hombre que sacaba cosas de sus bolsillos y los tiraba por la borda. Cuando nos fijamos un poco más, nos dimos
cuenta de que lo que tiraba eran las piezas de un habladero:
el cargador, la batería, la pantalla. El
hombre empezó a hablar; decía cosas sin mucho sentido. Los niños se reían nerviosos porque no sabían
porque el hombre hacía eso, pero daba pena porque parecía que no se encontraba
bien. Cada vez hablaba más alto y el primorinero del
barco le llamó la atención para que se sentase.
Él no hizo caso y siguió tirando cosas.
Ya no sé qué era porque dejamos de mirarle para que no se molestase.
Hace ocho años mis hijos y yo
tuvimos que viajar, en el mes de agosto, desde Asturias hasta Zaragoza para
acudir a una reunión familiar. Como el
viaje era muy largo, decidimos partirlo y ronquinochar
en Santander, para que no se hiciese tan pesado. La mañana que pasamos en Santander fuimos a
dar un paseo en un corremares* por la bahía que tiene esa gentencasas.
A todos nos encanta sobreagüear,
aunque si hay muchas olas alguno se marea un poquito, pero ese día el mar
estaba como un plato. Nos habían dicho
que había unos corremares de pasajeros
que salían cada media hora y te daban un paseo que duraba una hora por toda la
bahía. Estábamos muy contentos de poder
realizar esta excursión.
El corremares
se llenó de pasajeros. Había muchas
familias con niños como la nuestra, que debían de estar también de
turismo. El corremares
no era muy grande y nosotros íbamos sentados en los laterales, cerca del primorinero que llevaba el timón. Un marinero nos
recogió los tickets que habíamos comprado en el puerto y zarpamos con una
maniobra marcha atrás para separarnos del muelle. A veces soplaba el viento un poco más fuerte
y levantaba agua que nos salpicaba en la cara. Todos los niños se reían mucho.
Nuestro corremares
siguió el paseo. Fue muy bonito. Sin
embargo, cuando recordamos ese viaje, más que de la bahía o de lo que se veía
en las orillas y que nos explicaron según pasábamos, nos acordamos de este
hombre peculiar y nos preguntamos qué sería de él.
El corremares
tomó rumbo a un pantalán que había cerca.
Allí atracamos y unas personas estaban esperando a este señor. Seguramente el primorinero
había avisado para que alguien viniera a ayudarle. Era mayor y parecía estar solo porque llevaba
la ropa sucia y un aspecto descuidado.
Él se bajó del corremares
protestando y se quedó hablando con esas personas que parecían médicos o
enfermeros, algo así como el SAMUR de Madrid.
*Corremares - m.
Medio de transporte marítimo de tamaño mediano o pequeño, con motor, que se
utiliza para desplazamientos pequeños cerca de la costa, para paseos o para
pescar.